jueves, 3 de febrero de 2011

1. Welcome to New Zealand

Nunca falla. El trámite aduanero es la mejor prueba de lo que vas a encontrarte en el nuevo país. A pesar de que el fornido funcionario se porta un poco seco con el hombre chino que me precede en la cola, conmigo es una balsa de aceite. Tengo todo el material impoluto y eso facilita, y mucho, las cosas. Me trata con mucha amabilidad y el trámite es rápido.
Cosa insólita, el aeropuerto de Auckland cuenta con un área especial para montar las bicicletas. Increíble pero cierto, definitivamente, este país parece organizado…

Después de tantos meses en la caótica (y amada) Asia, entro en un reducto anglosajón perdido en el Pacífico. Se me hace raro ver las calles limpias y tranquilas, la circulación pausada y con ausencia de cláxones; ver gente haciendo footing, incluso con el carrito del crío; oler a fritanga y ver los precios de las cosas… Está claro que este es otro mundo, cínicamente llamado Primer Mundo.

Auckland me recibe con sol,


Pero será un espejismo. Pronto aprenderé que un país tan verde es porque llueve mucho, incluso en verano…Los cielos grises y un viento interminable me devuelven a la realidad...


Veo que abundan los parques y que cuando sale el sol a los kiwis les encanta disfrutarlos…


… y cuidar bien sus jardines


Me sorprende observar la increíble cantidad de obesos que hay ...

… y ver cómo el fútbol no es el primer deporte nacional…


… y muy pronto descubriré que los kiwis son excelente gente, amable y sincera, aunque les guste pegar puñetazos a las vacas…


Estas son mis primeras impresiones. Ver venir…

Un poco de historia
Los genuinos habitantes de Nueva Zelanda son los maoríes, originarios de la Polinesia. El primer occidental en llegar a Nueva Zelanda fue un holandés llamado Abel Tasman, en 1642, que salió por patas cuando los nativos no le recibieron con tururutas.  James Cook llegó por primera vez en 1769 pero fue diplomático y no hubo sangre (si hubiera sido un español habría desembarcado al grito de Jerónimo y no habría quedado un maorí vivo) . Pero con el tiempo llegaron religiosos y balleneros, entre otros. Los invasores llevaron armas y fue una excelente carta de presentación para unos maoríes que entre ellos se llevaban a matar. Así que poco a poco, mientras los maoríes se mataban entre ellos, los occidentales fueron metiendo el morro ayudados por el comercio de rifles. La población maorí fue decreciendo como consecuencia de sus guerras y las enfermedades que llevaron los invasores.
En 1840 los maoríes y los ingleses firmaron un acuerdo que cada uno interpretó de una forma diferente. Esto trajo una serie de guerras de baja intensidad entre ingleses y maoríes y aunque la superioridad militar y humana de los ingleses era evidente los maoríes ofrecieron una de las más feroces y heróicas resistencias a una invasión exterior.
Hoy en día los maoríes forman aproximadamente el 10% de la población kiwi, su idioma se está recuperando después de estar, como tantos otros, con respiración artificial  y su cultura ha sido prácticamente exterminada.

Y lo de kiwis es por un pájaro de pico largo y que apenas vuela, no por la fruta. Por si acaso.

Imágen bajada de internet

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